sábado, 2 de octubre de 2010

Mitología de los Fenicios

CREACION Y CULTO
Una tradición asegura que el principio de todo fue el soplo o el espíritu y un caos terrible. El espíritu (neuma) se recogió en si mismo con una afición llamada deseo (Photos). Y tal fue el origen de todas las cosas.
De la unión del neuma y de photos nació Moot (limo o putrefacción acuosa), germen de la creación. De dicho limo nacieron Kolpiah («soplo de la boca de dios») y su esposa Baau (la noche primordial). De Kolpiah y de Baau nacieron Eon (el ser) y Protógenos (el primer nacido).
Eon engendró a Genes Y a Genea, y éstos poblaron la Fenicia y elevaron sus manos al Sol, señor de los cielos, Baal-Samin. misma tradición refiere que a los anteriores semidioses se unieron Memrum y Usus.
El primero de ellos introdujo la civilización en Fenicia; el segundo enseñó a los fenicios el arte de navegar.
Culto en la Mitología Fenicia
El culto que se rendía a los dioses fenicios era sangriento, sombrío. Los primeros altares, formados con piedras enormes superpuestas, se alzaron en las cumbres de las montañas.
Los templos erigidos después estaban divididos en dios partes: santuario del dios y el santuario para los adoradores. En aquél únicamente podían penetrar los sacerdotes, y en él eran inmoladas las víctimas: toros, machos cabríos, aves, niños y hombres. Baal-Sarnin, Melkarth y Moloch eran insaciables.
Aun cuando parece ser que en épocas modernas los sacrificios humanos eran redimibles por dinero.

Dioses
Estas divinidades son principalmente El, Baal, Anat, Aleyin, Muth, Astarté y Melkart.
El dios principal a quien se denominaba genéricamente El, se consideraba el padre de todos los dioses del panteón fenicio. Se le asociaba con el sol y era el que distribuía el tiempo, teniendo bajo su control los años, meses, días y noches.
Como segundo dios más importante se encuentra Baal, que se consideraba el rey de los dioses y que había conquistado su puesto al atacar a El en el monte Sapan. Era el dios de la lluvia, el trueno y la guerra y era representado a veces por un novillo de cuernos finos. Combate a su enemigo, el dios del mar, Yam, para lo cual, el dios Kothar, dios de la artesanía y de la técnica le ha fabricado dos mazas para enfrentarse en las batallas. Con la segunda de ellas, derribará a Yam y tendrá una victoria que representa el valor de los marinos al enfrentarse con las olas del mar.
Anat era la hija de Baal y hermana de Aleyin, que se ocupaba de mantener en vida a los dioses y estaba directamente implicada en los sacrificios. Era una bella diosa del amor y de la guerra que ayudaba a su hermano, especialmente en sus luchas cíclicas con el dios Muth. Anat era la que esparcía el rocío en la tierra, tan necesario para su fertilidad. El culto de Anat se introduciría en Egipto cuando la invassión de los hicsos. Se equiparaba también con Atenea Soteira Niké.
Aleyin, hijo de Baal y de la diosa madre Athirat, era el que producía la lluvia en la tierra, tan necesaria para el crecimiento de la vida pero tenía un enemigo, el dios Muth, que era el que daba el calor a la tierra para hacerla fértil y madurar las cosechas. Pero otras veces, el calor era excesivo y se invocaba a Muth contra la sequía. Muth era vencido por Aleyin al comienzo de cada estación. Cuando se recogía una cosecha, moría hasta que volvía a renacer cuando volvía a haber otras cosechas que de esta forma, maduraban. Este período cíclico, hacía que a Muth se le considerase además de dios de la esterilidad, dios de los muertos.
Melkart, hijo de El, dios de Tiro, rey del inframundo y protector del Universo, simbolizaba el ciclo anual de la vegetación por lo que era un dios agrícola, del campo, la vegetación, la fecundidad y la primavera y su ritual comprendía una serie de ritos de muerte y resurrección cíclicos anuales, coincidentes con las estaciones del año. Aunque dios solar, se le terminó asociando con tributos de un dios marino y también de la ciudad, considerándosele como su protector. Es el antecedente del Heracles griego con lo que es un dato a tener en cuenta en la teoría de que mucha de la mitología griega proviene de la fenicia.
Se le asociaba con la deidad tutelar de Tiro, Astarté en su papel de diosa materna y diosa de la fertilidad. Fue asimilada a Istar (diosa del cielo sumeria), Isis, Afrodita, Hera, Cibeles y Juno Caelestis. En Cartago fue suplantada por Tanit. Se la representaba como diosa que amamanta a un niño o mujer desnuda apretándose los senos. Como diosa lunar se la representaba también portando una luna por corona.
SERES FANTASTICOS

ESPIRITU DE LAS COSECHAS

Al igual que en la mitología de otros pueblos, también entre los fenicios era común que los dioses superiores tuvieran descendientes para que, así, fueran éstos -y no el dios supremo- los responsables de catástrofes, tales como sequías, tormentas, huracanes y riadas.
El supremo dios "El" tenía como descendiente preferido al dios asociado con el espíritu de las cosechas. Su nombre era Muth y, por mor de su calor suave, maduraban las cosechas y la tierra producía sus frutos. Sucedía que, en ocasiones, los rayos solares desprendían tan intenso calor que los cereales y frutos se arrebataban y no madurabandad, en este caso Muth, interviniera para contrarrestar los efectos devastadores del Sol. Y, así, Muth se constituía en deidad relacionada, por lo general, con la sequía. Además, puesto que cada vez que se recogía una cosecha moría, aunque volvía a renacer en cuanto maduraban otros frutos, tales como la uva o los cereales, se le consideraba, también, dios de los muertos.


ESPIRITU DE LAS AGUAS

La mitología fenicia explicaba que Muth era vencido, al comienzo de cada estación, por otra deidad de nombre Aleyin. Ambos eran enemigos irreconciliables y, mientras que el primero enviaba el suave calor necesario para que el fruto surgiera de la tierra, el segundo tenía como misión hacer surgir agua suficiente, de los manantiales y fuentes, para el necesario riego de todas las plantas y su crecimiento. El estado de humedad dependa, por tanto, del dios Aleyin y, por esto mismo, se constituía en espíritu de fuentes, manantiales, arroyos y ríos.
Aleyin era hijo de Baal y,éste, a su vez, descendía de la diosa Acherat -"madre creadora de los dioses"-, que tenía por misión infundir sabiduría a los dioses y procurarles consejo cuando a ella acudían en demanda de ayuda. El término Aleyin significaba "el que cabalga sobre las nubes", pues él producía la lluvia y, como consecuencia, por él había suficiente vegetación en la tierra. Era una deidad imprescindible dentro de la mitología, suficientemente pragmática, de los pueblos fenicios. La riva lidad entre un dios que procuraba calor a la tierra para transformarla en fértil -como era el caso de Muth-, y otro que dispensaba la adecuada lluvia para hacer posible el crecimiento de las plantas -cual era el caso de Aleyin-, no se refería a una realidad tangible o material, sino que se hacía necesario interpretar tales eventos y, por lo mismo, llegar a determinadas conclusiones relacionadas con lo simbólico y lo mítico; aspectos, ambos, introducidos por los pueblos fenicios, para explicar algo tan natural, y al propio tiempo tan misterioso, como la propia fertilización de la tierra y el brotar de las semillas para producir el ansiado fruto.
MANANTIALES DE LA TIERRA

El espíritu de la poderosa deidad Baal sigue actuando, aún después de que fuera destrozado su cuerpo por extrañas, horribles y gigantescas criaturas, puesto que la diosa Anat, tal como estaba escrito desde antiguo, cumplió con su cometido de recoger, y enterrar, los restos de aquél.
Mas, Anat, no sólo llevó a cabo la misión antedicha, sino que también cargó sobre sus espaldas con Aleyin, cuando éste pereció en su lucha contra Much. El poema recogido en las tablas de arcilla relata cómo Anat lleva el cadáver de Aleyin hacia la cumbre de la gran montaña y le unge con perfumes para que las deidades subterráneas le acojan en su tétrica mansión, hasta que con la llegada de una nueva estación, pueda resurgir y proveer a la tierra, otra vez, de ese estado de humedad necesario para que manantiales, fuentes y ríos afloren a su superficie y produzcan el cíclico crecimien to de cuantas semillas hayan sido sembradas en su subsuelo.
LEYENDA DE LOS OASIS

Aunque ocasiones hubo en que, a la diosa Anat, le cupo también la terrible obligación de enterrar al poderoso dios Baal pues, según la narración mítica, éste se hallaba cazando en un enorme desierto cuando aparecieron ante él unos animales salvajes y fieros, de enorme envergadura, a los que no pudo dominar, aunque sí les hizo frente.
Baal terminó destrozado por los gigantescos animales y sus restos fueron recogidos del inmenso desierto por la diosa Anat quien, a pesar de la tristeza que le embargaba, fue capaz de cavar con diligencia una tumba para sepultar a Baal, después de llamarle "hijo mío". Narran las crónicas que, desde entonces, el lugar en el que yacen los restos de Baal dejó de ser arena baldía y tierra yerma, para transformarse en fértil vergel que hasta nuestro días subsiste. Según algunas versiones de los mitos cartagineses, los hechos narrados explican simbólicamente la existencia de espacios con agua y vegetación, los denominados oasis, en los grandes desiertos, sin los cuales no sería posible atravesarlos ni pasar por ellos. Pero, merced al espíritu de Baal y a la buena predisposición de la diosa Anat, los grandes desiertos cuentan con oasis para que los caminantes repongan fuerzas y se resguarden del grave peligro de perecer a causa de una insolación o de una tormenta de arena. Tal es el ancestro de los pueblos que habitan la estrecha franja de Fenicia y las distintas ciudades-estados desperdigadas, y fundadas, a lo largo de la costa norteafricana.

CASA DE ORO Y PLATA

Los dioses de los fenicios, al igual que el resto de las demás deidades de otras civilizaciones posteriores, habitaban en palacios enclavados en lugares recónditos y escondidos, inaccesibles para los mortales. Sin embargo, sólo Baal -por ser el dios supremo y el creador de todo- tenía por morada el espacio inmenso. Es decir, se encontraba en todas partes y no había lugar alguno en donde la presencia de Baal no se dejara sentir. Por esto mismo, los pobladores de la ancestral Fenicia -según el relato acuñado en las tablas de arcilla-, pidieron a los demás dioses que construyeran una morada para Baal pues, así, podrían acudir con sus ofrendas para que se alimentara de los frutos escogidos de cada cosecha. Los dioses de la mitología fenicia tenían las mismas necesidades que los humanos -antropomorfismo- y debían de alimentarse con animales, pan y vino que los mortales ponían a su disposición, mediante diversos rituales que, en ocasiones, se convertían en verdaderas muestras de esoterismo mágico y mistérico. Acaso todo ello fuera debido a la influencia ejercida sobre los fenicios, por la mitología de los pueblos asirio-babilónicos.


UN TRONO DE ORO MACIZO

Decidieron entonces, las demás deidades, erigir un templo en honor del poderoso dios Baal y, como era preceptivo, pidieron permiso al más grande de todos ellos, es decir, a "El". Pues, de otro modo, no hubiera prosperado proyecto alguno y los muros levantados con esfuerzo se derruirían con facilidad en cuanto "El" lo quisiera. Para con vencerle, le ofrecieron exquisitos manjares en mesa de oro con cubertería de plata, y le regalaron un reluciente trono de oro macizo. "El", no sólo dio su consentimiento a la construcción del templo de Baal, sino que además envió a uno de sus mejores arquitectos para que dirigiera la obra. Este artista divino se encargó de diseñar las figuras que decorarían tan original mansión y, para ello, fundió oro y plata y modeló bravos y hermosos toros, hasta entonces nunca vistos. También participó en la construcción de tan famoso templo el dios de la sabiduría, puesto que sin su ayuda no sería posible que los cimientos resistieran el peso de la estructura de tan singular edificio. Incluso el propio Baal intervino en la magna tarea y, al decir de los narradores de mitos, cuando se cansaba el artista enviado por el rey de todos los dioses, él le sustituía. Hasta usaba su rayo poderoso -nótese el paralelismo de Baal y su rayo con su predecesor griego, el dios Zeus, quien contaba entre sus atributos con el rayo justiciero, puesto que con él castigaba a todos sus enemigos y oponentes- para cortar los árboles, hacer vigas de contención y tablas para la techumbre. El rayo de Baal era conocido como "la sierra de la Tierra" y nadie osaba enfrentarse a esta deidad por temor a verse eliminado con el poder de su rayo.


UNA GRIETA EN LAS NUBES

Lo cierto es que en la construcción del fastuoso templo de Baal participaron tanto dioses como héroes y, según queda recogido en las tablas de arcilla, hasta litigaron entre sí a causa de la conveniencia o no de ponerle ventanas. También hubo dioses que únicamente fueron elegidos para edificar la parte más sagrada del templo, su sanctasanctórum. Por fin se acordó, después de haber mediado los propios dioses superiores en la disputa, que únicamente en el centro del templo se abriría una enorme claraboya, la cual estaría en línea recta con una grieta que, al propio tiempo debería de hacer el dios Baal en las nubes para, de este modo, asegurar que siempre caería agua de lluvia en las tierras consagradas al poderoso dios que habitaba en tan célebre templo. El relato mítico narra que cuando las obras fueron concluidas en todos sus detalles, el dios Baal se introdujo en tan singular templo y lo habitó para siempre. Y se dispuso enseguida a sacrificar los mejores ejemplares de sus rebaños, acaso como una muestra de agradecimiento a todas las demás deidades que habían participado en tan magna obra. Muy especialmente, las ofrendas iban dirigidas a la diosa Anat -según se desprende de las acuñaciones de las tablas de arcilla- pues, merced a ella, había sobrevivido el gran Baal. Sin embargo, unas veces la leyenda muestra que Baal es el padre de Anat y, en cambio, en otras ocasiones, se dice que Baal es hijo de Anat. Todo ello es un claro simbolismo mediante el cual, los pueblos fenicios, quieren resaltar la importancia de la mutua correspondencia y reciprocidad en las relaciones paterno-filiales.

EL PRINCIPIO DE LOS TIEMPOS

La cosmogonía fenicia nos explica la formación del universo a partir de una especie de caos acuoso, formado por una mezcla de aire vaporoso y agua turbia. Todo lo cual dio lugar a la formación de limo, o barro, del que nacería la vida; aunque ello sucedió después de que hubiera transcurrido una inmensidad de tiempo. Y es que el principio de todas las cosas fue el Tiempo: "el Tiempo cósmico que abraza todo en él."
Una serie de eventos diferenciados que, por mor de la oscuridad y del deseo, llegaron a confluir en lo más recóndito del mundo -una vez que hubo tiempos hicieron posible el advenimiento de la vida. El último en actuar fue el Sol que, con su calor, separó el agua del barro, y la nube del aire, lo cual hizo posible el origen de lo diverso y, por ende, el inicio de lo que ha dado en llamarse creación. El ruido ensordecedor, semejante al trueno, y la luz cegadora, similar a la del rayo, despertaron a todas las criaturas -tanto a los machos como a las hembras- que hasta entonces permanecían aletargadas, las cuales corrieron asustadas y se desperdigaron por la faz de la Tierra para, así, poblarla; labraron los campos y, en un principio, adoraron como a dioses a los frutos mismos que la tierra les procuraba. Con el correr del tiempo, descubrieron el fuego, se cubrieron con ropajes diseñados por ellos mismos, inventaron la escritura sobre tablas de arcilla y sobre papiros y, de nuevo con el tiempo como aliado, descubrieron el poder de la magia y los principales remedios contra el veneno de muchos reptiles.

"ANTORCHA DE LOS DIOSES"

Otra de las divinidades fenicias, descendiente del todopoderoso "El", es la diosa Sapas. Tenía el poder de predecir el futuro y, según la leyenda hallada en las tablas de arcilla de Ras Shamra, participó en la lucha entre los dos rivales más célebres de toda la mitología fenicia, es decir, entre los dioses Aleyin y Much. Fue Sapas quien auguró la derrota de Much ante Aleyin y le mal dijo: "Que Aleyin no tenga piedad de ti. ¡Que arranque las puertas de tu morada! ¡Que rompa el cetro de tu soberanía! ¡Que derribe el trono de tu realeza!".
Sapas, según la mitología fenicia, confería luz a los propios dioses, y los guiaba por entre senderos de salvación cuando éstos habían perdido el rumbo; por todo ello se la conocía con el sobrenombre de "Antorcha de los dioses". Tenía, además, una función de emisario, pues en ocasiones excepcionales era enviada por los más poderosos dioses ante, por ejemplo, los participantes en litigios y contiendas. Cuenta la leyenda que en la lucha que mantenían los dioses Aleyin y Much, participó como enviada de los dioses -para informarse, y para ayudar decisivamente a Aleyin-;y recibió órdenes del propio Baal a través de la diosa Anat, que también ejercía de recadera de los dioses.

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